En fechas bien recientes se ha documentado
(incluso gráficamente) la existencia en el siglo XIX de un reloj público
instalado en la torre campanario de la iglesia de la Encarnación de Bailén. No
debería sorprendernos este hecho, ya que fue común en la antigüedad (y aún hoy
muchas lo mantienen), la existencia de relojes en las torres más altas de las
poblaciones para marcar las horas al vecindario, que bien se colocaban en
antiguos castillos o en las de las iglesias. Hoy día, esta estampa la contemplamos
en el actual edificio del Ayuntamiento de Bailén, hasta tal punto, que aunque
la plaza ha sido rotulada con los nombres alusivos a los regímenes políticos de
cada época, en el acervo popular de Bailén, la hoy Plaza de la Constitución, siempre
es la “Plaza del Reloj”.
No pretendo hacer aquí un estudio
exhaustivo de la historia del reloj, pero de la existencia de este aparato ya
nos habló el que fuera Cronista Oficial de Bailén, D. Matías de Haro Comino en
algunos de sus trabajos bibliográficos. A falta de cerciorar sus fuentes, nos
valdremos en esta ocasión de su trabajo en la que ya cita la existencia de un
reloj público en 1822, aunque si no me falla la memoria, en el XVIII ya hay
indicios de la existencia de uno. El cronista nos cuenta que el reloj estaba
colocado en la torre Mocha de la desaparecida Fortaleza-Castillo de Bailén. La
costumbre de los cronistas, o más bien de la historiografía aficionada (incluso
la académica) de su época de no citar las fuentes documentales, nos impide corroborar lo que nos contó en sus Relatos…
(1996) pero creo que Matías se confundió a la hora de identificar donde se
encontraba aquel reloj, o a que torre se referían los documentos que consultó.
Los datos que iba encontrando le pudo hacer pensar que provenía del castillo,
porque cuando se construye el primer reloj en el mismo lugar que hoy se
encuentra el actual, el castillo de Bailén se estaba demoliendo poco a poco y re-urbanizándose
esa manzana tan céntrica de Bailén que para entonces parecía un lugar cochambroso
entre la ruina y la dejadez a vista de los ojos de aquel tiempo.
Como decía al principio, recientemente
se ha aportado luz a la colocación de un primitivo reloj en la torre campanario
de la Encarnación. El que suscribe se topó con un par de comunicaciones entre
la parroquia de Bailén y el obispado en el Archivo Diocesano de Jaén fechadas
en 1861 y 1862 donde el párroco informa de la rotura del “reloj público
colocado en la torre de esta parroquia y perteneciente a la municipalidad” que
le impedía el anuncio puntual de la celebración de los cultos de la iglesia.
Como el ayuntamiento no disponía su arreglo, el sacerdote D. Antonio Herrera pedía
permiso para poder comprar un reloj de pared para colocarlo en la sacristía y
subsanar los inconvenientes que le causaba la inutilidad de ese misterioso
reloj en la torre campanario. Además, solicitó permiso para hacer una limpieza
o arreglo de la puerta mayor de la iglesia. 400 reales invertirían en el
arreglo de la portada y 320 en la compra del reloj. Desde el obispado se le
autoriza el 10 de junio de 1861 a invertir los 400 reales para “arreglar la
fachada de la iglesia (no blanqueándola por ser de piedra) y 300 en comprar un
reloj para la sacristía”.
Esta es la siguiente
transcripción del documento:
“Excelentísimo Ilustrísimo
Señor.
Habiéndose inutilizado el
reloj público colocado en la torre de esta parroquia y perteneciente a la
municipalidad; la cual no adopta medio alguno para arreglarlo, cuya falta se expone abiertamente a la puntualidad con que deben celebrarse los divinos oficios sin que pueda calcular con exactitud el tiempo en
que se han de decir las misas de punto;
cumple a mi deber hacerlo presente a V.E.Y. para que preste en asentimiento y
autorice la compra de un reloj de pared que deberá colocarse en esta sacristía
y de este modo se llenaran todos los requisitos conducentes al buen régimen del
culto; y como quiera que para la buena conservación del reloj deba formasele
una caja con las competentes seguridades
debo decir a V.E.Y que su costo ascenderá a unos 320 reales.
También hago presente a V.E.Y
la necesidad de mejorar la puerta mayor de esta iglesia y la fachada puesto que
el estado en que se encuentra después de afear este templo da margen a muchas
críticas que en sin concepto deben cortarse y mucho más cuando el presupuesto
formado para esta reparación no pasa de 400 reales, todo lo cual comunico a V.E.Y.
para los efectos oportunos.
Bailén 4 de junio de 1861
Antonio Herrera [rúbrica]
Francisco de Mora [rúbrica]
***
Fábrica de la Parroquia de
Bailén
Autorización para gastar 400
reales en arreglar la fachada de la iglesia (no blanqueándola por ser de
piedra) y 300 en comprar un reloj para la sacristía.
Fechado en 10 de junio de 1861”
El 20 de febrero de 1862,
informaba que, aunque habían recibido el permiso para comprar el reloj de
pared, el vice-párroco se negaba a entregársela pensado que se le había
perdido. Ante esta situación, vuelve a pedir una nueva autorización para poder
incluir el gasto de los 300 reales en las cuentas del año anterior. En la misma
carta se añade el duplicado de la autorización.
Esta es la misiva completa:
“Excmo. e ilustrísimo señor
obispo de esta diócesis.
En el año anterior de sesenta
y uno [1861] concedió S.E.Y licencia para comprar un reloj y colocarlo
en la sacristía de esta parroquia, en atención a estar parado lo más del tiempo
el de la torre.
Verificose para la compra de
dicho reloj y como la autorización de V.E. viniese dirigida al vice-párroco y este no se dignase entregármela; se
la exigí al formar las cuentas de esta fábrica con el fin de datarme de los
trescientos reales que el mencionado reloj tuvo de costo, y según me dice no
sabe que se ha hecho de la repetida licencia lo cual induce a creer que ha
sufrido algún extravío; en este caso suplico a V.E.Y se digne conceder nueva
autorización para que pueda incluir esta partida al formar en su día las
cuentas del año actual.
Dios guarde a V.E.Y muchos
años.
Bailén 20 de febrero de 1862.
Antonio Herrera [rúbrica]
***
Por duplicado. Oficio al fabricano
para que con instrucción del párroco gaste de la fábrica 300 reales en la
compra del reloj de sacristía con fecha de octubre del año último.
El obispo [rúbrica]”
Posteriormente, en la búsqueda
internauta en los distintos archivos digitales, siempre utilizando la palabra
clave “Bailén” me encontré un sorprendente dibujo realizado por uno de aquellos
románticos viajeros que venían a España buscando lo “exótico” en aquellas
primeras incursiones turísticas tal como lo entendemos hoy día. Muchos de
aquellos viajeros en realidad trataban de buscar en España una cierta estampa
de atraso social y cultural que los transportara a tiempos pasados ya superados
en sus distintas naciones. Incluso los embargaba tan extrema curiosidad, hasta
el punto de querer vivir “excitantes” vivencias como el ser asaltados por la bandolería
de las sierras andaluzas. Aquel dibujo lo había pintado un para mi desconocido
pintor sueco llamado Egron Lundgren, y el dibujo o los dibujos (pintó algunos
detalles más del pueblo a su paso) se encontraban en el archivo del Museo Nacional
de Suecia[1].
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Egron Lundgren |
Este dibujo, para entonces también fue encontrado por Sebastián Lijarcio Medina que se detuvo en estudiar el paso de Lundgren por Bailén y mostrar al mundo los dibujos en Locvber I (2017)[2], al que le presté gustosamente el anterior documento (el segundo lo encontré después de la publicación) para poder cerciorar que el reloj existió en la torre y no se trataba de ningún invento del pintor. Lijarcio estrecha la fecha de ejecución del dibujo a 1850.
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Fotografía donde podemos observar la conservación del pretil pero sin el reloj. |
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La torre con el pretil dibujada por su cara posterior por Lundgren (1850) |
En esa misma revista se pudo revalidar más aún la existencia del reloj por Juan José Villar Lijarcio, el que nos narró el diario de viaje el inspector general de minas D. Lorenzo Gómez Pardo que visitó Bailén, viniendo desde Linares el 6 de junio de 1839.
Gómez Pardo también hizo
“turismo” en Bailén y se encargó de dejarnos para la posteridad un retrato
documental del Bailén de aquel tiempo. Sin duda visitó la iglesia de la Encarnación,
que si aún hoy sorprende, no menos sería entonces cuando en su interior se
encontraba exornada por tantas joyas del arte que se destruyeron con el devenir
de los tiempos, sobre todo en 1936.
En su relato de la fachada
principal destacó que tenía “en el extremo oeste una torre octogonal no muy
elevada, terminada por un cuerpo prismático cuadrangular y terminado por una
pirámide de la misma forma, en cuyas aristas hay unos adornos o cuernos de
piedra. A un costado de este campanario cuadrangular se ha puesto un pegote de
ladrido en donde hay una campana; y además un armazón en que está el reloj y
del que cuelgan las dos pesas de arenisca cilíndricas que van rozando la
mampostería de la torre, en detrimento suyo y de la vista”.[3]
Esta es la referencia más antigua
y segura (hasta la fecha) de que el reloj estuvo en la torre campanario y
refrendada en las cartas parroquiales de 1861-62, además del dibujo de Lundgren
en 1850. Como citaba Villar Lijarcio aún hoy día son visibles los surcos
horadados en la “mampostería de la torre” por las dos grandes “pesas
de arenisca cilíndricas” del péndulo de aquel reloj.
Observando el dibujo, podemos comprobar
que ese “pegote” fue mayúsculo en la estética de la torre, donde además se le
añadió una especie de pretil con una nueva campana, que sería la que marcaría
las horas del reloj. No sabemos cuándo se desmontaría aquel reloj, pero el
pretil estuvo presente en el campanario hasta la década 1960, que tengamos
constancia.
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Podemos observar las marcas horadadas por las bolas del péndulo |
Según Matías de Haro, se tuvo que cambiar uno anterior en 1849 comprándose el nuevo a la Técnica Industrial de Madrid, siendo su propietario D. Víctor Sánchez Toledo. Pero este pronto presentó diversas averías fechadas en 1850 y 1855, cesando su actividad (según Haro Comino) en 1860.
Sobre este asunto hemos
consultado en las actas capitulares del año 1861, y podemos comprobar que el
ayuntamiento finalmente si emprendió el proyecto de enmendar los problemas que
ocasionaba el reloj estropeado con la adquisición de otro nuevo y con la intención
de colocarlo en el ayuntamiento porque ese debía de ser su correcto lugar donde
instalarse.
Aunque el fabricano Antonio Herrera,
comunicaba que el ayuntamiento no obraba en arreglar el problema, en el mes de
junio de 1861, comprobamos que en sesión ordinaria celebrada el día 6 de julio
de 1861, reunido el ayuntamiento constitucional siendo alcalde D. Cristóbal
Márquez se tuvo presente el problema, exponiendo cuáles eran sus desperfectos y
los inconvenientes que tenía el vecindario. Se propusieron comprar un nuevo
reloj durante el siguiente año con un presupuesto de 20.000 reales, siendo una mitad
para el reloj y la otra para las campanas y su colocación en la torre que debía
construirse en el viejo edificio, que con esto comenzaba a configurar el aspecto
actual, amén de diversas e importantes remodelaciones que llegarán con
posteridad, sobre todo en los años 20 del siguiente siglo.
Esta es la transcripción del acta
referida:
“Teniendo presente el
ayuntamiento que el reloj público de esta ciudad se haya hace muchos años en un
estado tal de descomposición, que es imposible arreglarlo ni aun ponerlo en
disposición de que pueda marchar por algún tiempo más de una manera regulativa,
efecto de su antigüedad y de estar gastado su mecanismo, razón por la cual, el
pueblo se encuentra casi siempre sin este elemento tan preciso para toda clase
de trabajo, usos y necesidades de la vida, y no pudiendo el ayuntamiento
consentir que continúe la población en semejante estado acuerda: que en el
presupuesto de gastos municipales que ha de formarse para el año inmediato de
mil ochocientos sesenta y dos se consigne en el capítulo de gastos voluntarios
la cantidad de veinte mil reales para la adquisición de un reloj nuevo de
torre, cuyo valor sea de diez mil reales destinándose los otros diez mil a la
compra de campanas para las horas y cuartos, y para su colocación en la torre
que se construya por cima de la fachada principal de esta casa consistorial en
razón a que en una población de la importancia de esta ciudad, el reloj público
que ha de servir de regla para toda clase de actos debe fijarse en el edificio
de su municipalidad”.[4]
Sobre lo que ocurriese en 1862 no
lo podemos cerciorar porque a día de hoy no se conservan las actas capitulares referentes
a ese año, por lo que nos seguiremos sirviendo del relato del Cronista Oficial.
Según Matías de Haro se confirma lo que acabo de corroborar en las fuentes
primarias; el ayuntamiento definitivamente tomó cartas en el asunto y decidido
invertir 20.000 reales para comprar un nuevo reloj. Al parecer se compró a un
fabricante de la localidad provinciana de Rus. Se decidió colocarlo en el
edificio actual del ayuntamiento (que lo era entonces) donde se construyó una
torreta para su colocación. Aquel nuevo reloj sería sustituido en 1914, siendo
realizado por el taller de D. Lorenzo Redondo Bonilla en la ciudad de Cuenca
por un precio de 3.200 ptas. El actual reloj eléctrico (para el año 1996, año
que editó este trabajo Matías de Haro) se compró el 15 de octubre de 1982 a D.
Santos Alonso Caballero, de la ciudad de Bilbao por 326.000 ptas.[5]
[1]http://collection.nationalmuseum.se/eMP/eMuseumPlus?service=ExternalInterface&module=collection&objectId=64407&viewType=detailView
[consultada el día 10 de marzo de 2021].
[2] LIJARCIO MEDINA, Sebastián:
Egron Lundgren: Un viajero “desconocido”. Locvber vol.
I. 2017, pp. 69-79.
[3] VILLAR LIJARCIO, Juan José:
La villa de Bailén y su castillo medieval en 1839. Locvber vol. I. 2017, pp. 29.
[4] Archivo Municipal de
Bailén, Sección Actas Capitulares, legajo 61, año 1861, fol. 46r-46v.
[5] DE HARO COMINO, Matías: Bailén.
Relatos. Ayuntamiento de Bailén, 1996, pp. 339-340.