Una reciente conversación sobre las devociones particulares
me ha inspirado esta nueva entrada. Conversábamos un amigo y yo sobre esa
corriente, que aunque por las redes sociales parezca una nueva moda, es algo
que se viene realizando desde la noche de los tiempos. Le comentaba que no era
de mi gusto el tener en casa una imagen pequeña o incluso de tamaño completo (obviado
las típicas imágenes pequeñas de Olot o las que venden ahora los chinos de plástico).
Pienso que el arte religioso es sobre todas las cosas catequesis pura (la mejor
para los sencillos), y por ello considero que donde mejor está una imagen es un
lugar sagrado y sobre todo público. Además, que viéndolo desde la óptica más
mundanal y desde una perspectiva de defensa y divulgación del patrimonio, creo
que el arte debe de ser expuesto para el disfrute de todos.
Siempre suelo decir que no le encuentro sentido a esos que
se gastan una pasta por un Goya o un Picasso para solo su disfrute o el de unos
cuantos. Si algo creo que le da valor al arte, es la llamada que hace sobre las
personas. Qué sería de Las Meninas si el planeta entero no viajara hasta Madrid
para solo contemplarlo…
Es una lástima a mi parecer que una gran obra de un imaginero
actual se quede en la intimidad de una habitación. Se me parte el alma cuando
por las redes nos las enseñan como diciendo: “miradla que va a ser vuestra única
oportunidad”. Más doliente me parece que
una familia herede una obra antigua solo para su contemplación. Se imaginan que
alguien tuviese una obra cumbre de Montañés, Mesa, Mora o Mena en sus casas…
puede haberlas. De hecho, las ha habido, y con algo de suerte se han creado
cofradías como pasó con la Amargura de Jaén. Cada vez que pienso que la
dolorosa de Montes de Oca que tenía el escultor recientemente fallecido Manuel
Hernández León ha acabado en una colección particular de un pueblo de Málaga me
da algo…
Volviendo a lo estrictamente devocional, creo que ni una
simple foto necesitamos para realizar la oración y la meditación, pero bueno yo
soy de ese pensamiento, que como visitar al auténtico y genuino, nunca será
como hacerlo con una copia. Pero que quede claro que es una visión particular,
respeto a todo al que le guste tener imágenes en su casa… lo que no me convence
es cuando una habitación la queremos convertir en templo, en sala de besamanos,
a la Virgen en nuestro modelo, etc. que quieren que les diga, me parece jugar
con algo muy serio. Caer en el error de confundir al que no sabe de qué va este
“juego” de la fe. Es más, el confinamiento me ha mostrado que muchos no sabemos
a qué “jugamos” con ciertos esperpentos vistos durante la NO Semana Santa de
2020.
Bueno, tras esta reflexión introductoria, les dejo una
curiosa reseña que me encontré entre los testamentos de los antiguos vecinos de
Bailén y las devociones particulares.
El testamento fue otorgado el 9 de marzo de 1785 Ante el
escribano de Bailén; D. Alfonso Leandro Carvajal por un señor que entonces se
encontraba en estado soltero llamado Juan Francisco José Miguel Costilla y
Orbaneja. Para ese día se encontraba sano y en su juicio, es decir no se
trataba de un testamento a las puertas de la muerte. De hecho, murió bajo esa
testamentaria el 19 de agosto de 1792. Probablemente sus restos mortales aún se
encuentren en el suelo sagrado de la Encarnación donde pidió ser enterrado “en
la sepultura de los de mi familia que es junto a la baranda al altar del Sagrario
y la tarima del a las Benditas Ánimas”.
Es decir, más o menos en la esquina entre el actual retablo
de la Virgen de Zocueca y el mausoleo del General Castaños. Afirmo este lugar después
de haber leído infinidad de referencias para aseverar que esos altares se
encontraban en ese lugar, donde hoy se dice y me cuentan que había una escalera
que bajaba a una cripta bajo el altar mayor, donde se enterraban los clérigos,
etc.
Siempre he dicho con quienes he tratado este asunto de la
escalera y la cripta que aún en ningún testamento de Bailén desde 1630 a 1913
he encontrado una sola referencia a esa escalera ni a esa cripta. De hecho, ni
un cura he encontrado que pida ser enterrado en esa hipotética cripta. Y bueno,
valga este ejemplo de que en ese lugar no había ninguna escalera, aunque citen
una baranda, se refiere a una pequeña reja que tenían muchos retablos, como es
este caso del retablo del Sagrario (donde hoy está el actual con la Virgen de Zocueca). Si hubiese ahí una escalera la hubiesen nombrado sin duda, o eso creo
después de llevar 5 años leyendo testamentos y enterramientos en esa zona.
Aunque no digo que no la hubiese de verdad, solo que los papeles viejos más
directos sobre esas circunstancias no me hablan del caso.
Volviendo a don Juan Francisco Costilla, era hijo según su
declaración de D. Antonio Costilla y Narváez (natural de Bailén) y de Dª.
Josefa Arcediano y Zúñiga (natural de Andújar). Sus hermanos fueron D. Juan
Antonio Costilla (que estaba casado con Doña Flora de Carmona) al que dejó
junto a su hermana Isabel María de Costilla como sus universales herederos. Probablemente
estemos ante los ancestros de los Costilla, aunque la verdad, aún no he
intentado estudiar su árbol genealógico. Creo que este señor pertenece a una
familia de la que ya hablamos Juan José Villar y un servidor sobre su actividad
como cofrades de la antigua hermandad de La Soledad y la posterior escuadra de La Soledad (actual cofradía de la Virgen de los Dolores) en la revista Locuber
(pinche aquí para leer el artículo).
Tuvieron que ser la típica familia adinerada con un fuerte
arraigo eclesial y cofradiero. De hecho, pienso que su abuelo fue D. Juan Antonio
de Costilla y Narváez, el último mayordomo de la primitiva hermandad de la Soledad
(nombrado el 17 de marzo de 1700) antes de que quedara completamente desorganizada
y sin hermanos y comenzase a ser regidos sus bienes por un administrador
diocesano, que recayó en la figura del presbítero don Francisco Martín de Rui
Martín, al menos entre los años 1752 y 1785. Años después, en 1779, el hijo de
este y padre de Juan Francisco Costilla, don Juan Antonio de Costilla y Narváez
sería el mayordomo de la escuadra de la Soledad (actual hermandad de la Virgen
de los Dolores) que estrenaría la nueva imagen adquirida en Úbeda, en un punto
de inflexión trascendental en la historia de la hermandad, abandonando ciertos
modos y costumbres que venían de antaño para comenzar a configurar lo que es la
actual cofradía. Es curioso, que siendo la familia “de la Virgen” (con pleito
incluido sobre el privilegio de sacar el Pendón que gobierna y dirige la procesión),
nuestro protagonista tuviese un Nazareno como devoción particular.
Sobre su poderío social habla el mismo testamento donde
destacó que gozaba de la posesión de los vínculos mayorazgos fundados por Doña
Catalina y Doña Leonor de Costilla y otras más hermanas cuyas fincas de su
capital estaban en Bailén. Otro que fundó Don Diego de Montoro y Vago
cuyas fincas estaban en el término de la villa de Cazalilla. Otro que fundaron
Fernán Mesía y Doña María Dávalos, su mujer, cuyas fincas estaban en el término
de la ciudad de Úbeda y la villa de Sabiote. De otro que fundó Doña Isabel de Ortega
cuyas fincas se hallaban en la referida villa de Sabiote. Y de otro que fundó Don Bartolomé de Bustamante en la ciudad Almuñécar en el “reino
y obispado de Granada”.
De los testamentos me resulta siempre anecdótico un hecho de
lo que creo que hoy, nos cuentan “la película” de otra forma. Los ricos, lejos
de tratar como a perros a sus sirvientes como vemos hoy día en series y
películas, les dejaban algo de herencia. Juan Francisco de Costilla le dejó a
su sirvienta Ana Pérez nada más y nada menos que 30 ducados de vellón que se le
debería entregar cuando él falleciera, y si ella muriese antes, que esos 30
ducados se invirtiesen en misas por el alma de su sirvienta. Esto para la
época, era una obra de caridad de mucha importancia en la sociedad del antiguo régimen.
Pero bueno, para acabar les contaré lo que hizo que este
testamento pasase a engrosar mi archivo personal (copia, que nadie se confunda)
como fue el hecho de que contaba en su casa con una imagen de devoción
particular. Nada más y nada menos que un Cristo con la cruz a cuestas que era
de vestir.
Según la manda podemos leer lo siguiente:
“Declaro que entre las alhajas que tengo y poseo mías
propias, es una efigie de bulto de Nuestro Padre Jesús de Nazareno con su
corona y cruz a cuestas, túnica interior, y exterior de terciopelo: y mediante
a que es mi voluntad que dicha sagrada imagen se conserve con la decencia
posible y se le dé el culto y veneración debida: desde luego quiero y es mi
voluntad, esté desde el día de mi fallecimiento en adelante y para siempre
jamás vinculada para cuyo fin la agrego en toda forma a los vínculos
anteriormente referidos para que los poseedores que sean de ellos, tengan el
uso, y goce en sus propias casas de dicha soberana imagen con la debida
decencia sin más pensión que esta y la de pedir a Dios Nuestro Señor por mí”.
El señor Costilla nos habla que tiene un Nazareno en su
casa, al que le profesa especial devoción. Era común antaño entre los pudientes
tener habitaciones en sus casas destinadas como capillas privadas donde se
podían celebrar algunos sacramentos bajo autorización del señor obispo. De hecho,
los Soriano Marañón la tuvieron en su casa (actual colegio Sagrado Corazón) o
los Rentero, donde siempre citan un San José y una Virgen del Carmen que fueron
heredando sus descendientes. En esas capillas llegaban a hacer desde la primera comunión
hasta casarse.
No cita el tamaño de la imagen, de hecho, no das más pistas. ¿Sería
de tamaño académico o al natural? Lo tuvieron que heredar sus hermanos y se
supone que ellos le siguieron rindiendo el culto privado. ¿De qué época sería?
¿lo haría un gran escultor? Y, sobre todo, existirá aun en la casa de algún descendiente
o en la colección de algún coleccionista de arte que se lo encontrase en algún
anticuario donde pudo acabar sus días (triste fin de casi todas las imágenes de
devoción particular). ¿O puede que las “hordas del Marxismo” (como se escribía
en la posguerra) pudieron hacerlo desaparecer en los episodios iconoclastas de
la Guerra Civil?
Una de las noticias que he buscado con más ahínco ha sido la
llegada del primer Nazareno a Bailén. Aunque me he acercado, aún no lo he
conseguido del todo, pero aún recuerdo cómo se aceleró mi corazón cuando
comencé a leer las primeras palabras de la manda testamentaria. Per no, no era el Nazareno
para la cofradía, solo que un caballero tenía allá por 1785 su particular Cristo en
su casa. Llegué hasta a pensar… “tal vez cuando los franceses destruyen las
imágenes de la cofradía de Jesús Nazareno en 1810, los Costilla donaran esta
imagen para reponer la devoción perdida y es el que conocemos por fotos… pero
eso, son meras suposiciones, que solo más investigación podría resolver o simplemente
quizás jamás sepamos que pudo pasar. Mientras tanto aquí les dejo una historia
más que nos cuentan los papeles viejos.
Aqui les dejo el Testamento.
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