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viernes, 28 de agosto de 2020

LOS BAÑOS DE LOS CURAS DE BAILÉN EN EL SIGLO XIX


Antonio García Fernández 
No es nada nuevo los bienes que aportan a la salud los baños. Y digo bien, porque sumergirte en las aguas nos ofrece buenos remedios naturales para diversos tipos de enfermedades. Bañarnos en el mar, en estas fechas, además de quitarnos el calor, también es un sugerente método para mejorar nuestra salud. Pero no solo del mar, tenemos los balnearios o incluso los ríos.
En mis experiencias investigadoras me llamó mucho la atención como en el siglo XIX y principios del XX, las personas también buscaban la salud de las aguas, en balnearios o en el mar.
Me resultaron tan curiosas una serie de peticiones que encontré en el Archivo Diocesano de Jaén, que me traje unas copias para algún día poder escribir una reseña tan anecdótica como la que pretendo hacer.  Simples cartas que no pueden aportar mucho a la historia o quizás sí. Depende de lo que se quiera contar. Cada sílaba dejada escrita en un papel siempre nos contará algo. Yo he pensado que, en este periodo de ir a bañarse al mar, era el motivo ideal para contar cómo era la vida de nuestros antepasados, y en concreto la de los curas de Bailén. Por eso les dejo una selección de algunas de ellas, vamos de casi todas.
Aunque las he visto en diversas fechas del año, era sobre todo en verano cuando los sacerdotes de la parroquia de Bailén (y las de toda la diócesis, pero solo tengo las de mi pueblo) elevaban ruegos al palacio episcopal para que les dejaran ir a “tomar baños”. Así, tal cual. A veces decían de mar, otras al río Guadalquivir, otras a balnearios de La Mancha. Como su oficio no entendía entonces de “vacaciones”, no eran meras peticiones de descanso. Todas ellas tenían un motivo de trascendencia y necesidad como por ejemplo una dolencia como el reuma.
Algunas iban precedidas de informes médicos que lo corroboraban y así podemos contar como en julio de 1841 el sacerdote Juan Antonio Herrera pedía petición de tomar baños en Jabalcuz (Jaén) por el reuma que padecía en un brazo. Petición que repitió el 15 de julio de 1844 para ir “cerca de la parroquia” y el 11 de julio de 1847, siempre por su problema de reuma en su brazo.
El 30 de agosto de 1854 el médico Juan José Cabrera certificó que el cura Juan Pérez Galindo padecía unas afecciones que necesitaban de unos baños en el río Guadalquivir que se agravaban “duramente en la estación del calor”.
Al año siguiente tuvo que pedir el mismo permiso el 9 de julio de 1855, pero le fue denegado porque el pueblo pasaba por situaciones parecidas a las que vivimos. El cólera sembraba el pánico en Bailén y según el obispado la presencia “de los pastores, que siempre, y muy especialmente en los casos de necesidad, convienen estén a la vista y protección de sus ovejas”. Es decir que estaría muy mal visto que se marchase mientras la población necesitaría sus servicios espirituales.
El 25 de agosto de 1860, el médico José Antonio Ruiz vuelve a recomendar que el clérigo subdiácono Juan Antonio Cano y Merino tomase baños por la Cistitis que sufría no especificando a donde. El 24 de julio de 1864 solicita la misma licencia D. Manuel Roa y Peralta, donde si especifican que serían de mar.
El 22 de agosto de 1865 se le concedería similar permiso al sacerdote Manuel Godoy Mora. No sabemos dónde fue, pero llega a comunicar que llegó a marearse en pleno “santo sacrificio de la misa”.
La correspondencia de la parroquia del Rumblar, aunque tiene su caja específica, hay algunos documentos que se encuentran en las cajas de Bailén por motivos obvios; la aldea no será de Bailén pero siempre ha funcionado y funciona como si lo fuera; y a la hora de clasificar la documentación así lo tuvieron en cuenta quien lo hiciera. Por ello encontramos la petición del párroco del Rumblar D. Juan Antonio de la Choza que el 19 de agosto de 1879 solicitó permiso para ir a “tomar los baños termales de Fuencaliente, provincia de Ciudad Real”. Un 20 de mayo de 1876 elevó petición D. Bartolomé Cabrera para ir al balneario de Archena.
El 18 de julio 1883, el que solicita permiso para tomar baños fue el párroco D. Santiago Fernández. Aludía que padecía de la laringe y había vuelto a tener vómitos de sangre por lo que necesita ir a tomar “las aguas de aguas buenas por consejo de los médicos” como ya había hecho en otras ocasiones. Volvería a pedir permiso el 5 de agosto de 1896 para ir a tomar baños de mar durante 15 días.
Ya en el siglo XX encontramos al párroco D. Antonio García Fernández que solicita el 27 de agosto de 1908 permiso para ir a Málaga a tomar baños de mar y visitar a un especialista que le tratara sus problemas con el oído. La última petición que encontramos está fechada el 29 de agosto de 1909 donde Antonio García Fernández volvía a pedir permiso para ir a Málaga a tomar los baños, siempre por “prescripción facultativa”.
Algunos Ejemplos:











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